Y, por fin, llegaron las elecciones de Andalucía. El adelanto de las mismas, por Susana Díaz, aunque previsibles, cogieron, con el pie cambiado, a todos los partidos pero, sobre todo, a Ciudadanos. Un partido encerrado, en el aire viciado de Cataluña, con una defensa de nuestros valores comunes, que había abandonado el partido socialista y que orillaba, con una cierta cobardía, el que gobernaba, con mayoría absoluta, partido popular.
Un partido, Ciudadanos, curtido en terreno hostil, abrió la puerta al resto de España. Era muy poco tiempo, no solo para pregonar sus ideas, sino sobre todo, para dotarse de una urdimbre humana, que pudiera explicarlas y llevarlas a la práctica. Y así comenzó a caminar, resumiendo, a la manera bíblica, y de acuerdo con las preocupaciones del pueblo español, los diez mandamientos, en dos: La lucha contra la corrupción y el paro. Conscientes que erradicando la primera, acabaríamos con el segundo. Porque, muchos…
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