AJUI.
Hace diez millones de años, en el Mioceno, culminó la formidable explosión volcánica que alumbró, violentamente, la isla de Fuerteventura.
Pero mucho antes, del corazón de la tierra, hace treinta millones de años, brotaban mantos, diques, alcoholitos y batolitos, levantando, con ciclópea fuerza, sedimentos submarinos dormidos, de sesenta a doscientos ocho millones de años, (era jurásico-cretácica).
En aquella época se desplazaron las placas gigantes sobre las que descansaba el continente africano que se iba separando de América, a razón de seis centímetros por año, resquebrajando y rompiendo el, hasta entonces, único continente, Pangea.
Hoy, en un pequeño acantilado muerto, un poco alejado de la plataforma de abrasión, mirando al mar turquesa y al pueblito de Ajuí, cobijado a su pie, podemos observar, a simple vista, doscientos millones de años, de una gestación geológica grandiosa.