Ya, ayer al alba, junto a los de más sonidos, me había parecido oir el asomo de un ladrido. Se lo comenté, más tarde, a Brahim Salá:
– ¿Existe la posibilidad de que haya oído el ladrido de un perro?
Me respondió afirmativamente. Se trataba de una perra que no sabía ladrar. Se acostumbró, de cachorro, a salir en compañía de un burro y, cuando éste se estremecía en temblorosos rebuznos, la perra intentaba envidiosa, acompañarle.
Hafudi, me dijo después, que se llamaba Linda.
De mi libro Servilletas de papel.
Aún no salimos de casa. Salud y sean felices.
Antonio Olmedo Manzanares.