Ayer, fue un día atípico, en la larga rutina de la cuarentena. A media mañana, la corta calle de mi refugio, se llenó de voces y risas, de los dulces pájaros de la niñez, liberada por una hora. Caían, de algunos balcones, los virtuales abrazos de familiares, aunque muy pronto, volvió la melancolía.
Hoy, bajando un poco la temperatura, tendremos en Criptana, de 7 a 16 grados, común a la de Castilla La Mancha, y anuncian, que el tibio sol que nos acaricia, se tornará en lluvia. Así que, es un buen día, para trasladarme a París.
El Viernes, 23 de Agosto de 1996. me encontré que habían cerrado la linea de metro, con parada en el barrio de la Chapelle, en París. Intento llegar, a través de la Estación del Norte, pero todas las calles, que me podían conducir a la iglesia de Saint Bernard, están tomadas, por los antidisturbios.
Al día siguiente, todo había terminado. A las 7,20 de la mañana, a hachazos, la policía derribó la puerta de la iglesia, sacaban, en volandas, a la actriz Emmanuel Beart, en camilla, a los diez huelguistas de hambre y, a empellones, a los doscientos cincuenta inmigrantes, hombres, mujeres y niños, “sans papiers”.
Y, el mismo día, observo a la una de la tarde, que en el pequeño parque, frente al templo, solo juegan unos cuantos niños negros, reza, arrodillada, una joven muy blanca, mientras otra, escuálida y tocada con una enorme boina celeste, ha colocado, sobre un viejo coche, un cassete que vocea canciones de libertad.
Cuando entramos en el mes de marzo de 2001, miles de personas, permanecen encerradas en las Iglesias, de todo el territorio español. Varios centenares, en templos de Cataluña, han acabado una huelga de hambre y el Gobierno de Aznar, estudia conceder permiso de residencia, a los 60.000 emigrantes sin papeles.
En unos instantes, a través de mi ventanal en Campo de Criptana, sonará el claxon de los diferentes panaderos, en sus furgonetas blancas, con guantes y mascarillas, atendiendo a los vecinos. Cuando yo era niño, y muchísimos años después, pregonaban sus productos, no solo los panaderos: churreros, lecheros y, esporádicamente hasta los afiladores, o Garrigós (el trapero), que te recogía hasta los periódicos viejos, a cambio de una pieza de cerámica, o unas algarrobas. Pero hay una figura que, desde hace 70 años, permanece. Entonces, en el descanso del Gran Parque Cine Ideal, (que grande), al lado de la ermita de la Vera Cruz, nos acercábamos a comprar un polo en Agudo, en la calle La Fuente, casi enfrente: Juro que no he preguntado, pero cuando veo vehículos de reparto, de sifones, cervezas, agua… por todas las calles del pueblo, (tienen que ser sus nietos), pero yo veo a Agudo.
Antonio Olmedo Manzanares.