Shamira, tiene el color verde-oliva, tintado de chocolate. Los ojos negros, con un punto de luz en el centro. La piel suave.
Necesitó, apenas unas horas, para borrar el recelo de su mirada y, un día, para descubrir la playa y a un montón de pequeños amigos.
Enharouha, solo tiene grande el nombre. Como una pequeña muñeca tierna, se deja traer y llevar, vestir y desvestir, cien veces, por su hermanita de adopción.
A Seyed Salama se le adivina fortaleza en su delgadez y, es tan alto, como la suma de las dos niñas anteriores.
Los tres niños saharauis nos traen a Morro Jable, añoranzas del vecino desierto y del banco sahariano de pesca. Durante siglos fueron nuestros vecinos de enfrente. Durante decenas de años, hermanos de carnet de Identidad. Desde 1975… una vergüenza española y mundial, bajo las lonas de los Campamentos de Refugiados de Tinduf.
A Rogelio y María de la Fe les tocó un niño escuálido, casi rompiendo la piel, el esqueleto. La boca, la cara, toda llena de heridas, le cabeza, de mataduras… ¡Hecho un Cristo, vamos!..
– ¿Se nos notó mucho -comentaban, al día siguiente-, se nos notaba mucho el disgusto, cuando nos lo asignaron?.
Cuando Ahmed Babá, ya restablecido, vuelva al desierto, tratará de orientarse hacia Fuerteventura, invadido de un cálido recuerdo, de agradecimiento y amor, hacia este matrimonio de Puerto del Rosario.
(De mi libro Servilletas de Papel).
Nuestro Presidente, sin encomendarse a Dios y sí al Diablo, unilateralmente, sin consultar al Pueblo Español, ni a sus representantes, (somos Administradores según la ONU), ha abandonado al Pueblo Saharaui.
Antonio Olmedo Manzanares.