CAPRARIA.

Featured image No os toméis a mal que, en mi primera aproximación a la isla de Fuerteventura, no me fije en sus habitantes y elija a la cabra majorera, para que ésta no se enfade, por ser preterida.

     En el año 2012, se censaron 119.509 cabezas, de ganado caprino, más que humanos, pero es que ya, en el siglo XVII, historiadores franceses, aseguraban que había, en Fuerteventura, sesenta mil cabras, más que en todas las demás islas. Plinio conocía la isla como Capraria por la abundancia de ganado caprino.

     Cuando yo llegué a Fuerteventura, en 1.972, las recuerdo bajando, por diferentes puntos, hacia el pequeño poblado de Morro Jable, dirigiéndose cada una a su casa y, una vez aliviadas de la leche, volver, barranco del Ciervo arriba, hacia el monte inhóspito.

     No me atrevo a afirmar, que este bello animal, sea culto, pero yo he visto a las cabras, devorar con fruición, periódicos alemanes, españoles o ingleses y, algo les quedará, de ese acopio de información, tan diversa. Es, sin duda, un ejemplar orgulloso, que se sabe único, que te obligará a detener el coche, sin aligerar el paso. Otra cosa son los baifos, siempre dispuestos a jugar.

     En 1978, inaugurábamos el Hotel los Gorriones, en medio de la nada, pero asomados a una playa de ensueño. Las cabras nos visitaron antes que los turistas. Disfrutaban, hollando los jardines, acabados de plantar, saboreando los tiernos brotes de los tallos, se asomaban a la piscina, llegando, a veces, hasta el tercer piso, a la misma puerta del despacho de la Gobernanta, quizás para pedirle trabajo. La batalla contra las cabras, entablada por Hotasa-Rumasa y el Ayuntamiento de Pájara, duró varios años y se saldó con varios ejemplares caprinos, en las cocinas del hotel.

     La cabra puede ser y llamarse Endina, Melá, Loba, Sirga negra, Morisca blanca, Rosilla, Albarda y así hasta 29 acepciones, en razón del color de su corto pelaje y, cada una, tiene conciencia de su propia entidad y, bastará una simple piedra elevada, para subirse a ella, con sus ubres espléndidas, mirándote largo tiempo, en una auténtica pose fotográfica.

     ¡Ay la cabra majorera! Un macho por cada cincuenta hembras.

     En la zona de Jandía, desde Morro Jable al Puertito o, atravesando la crestería montañosa, hasta las Playas de Barlovento, la cabra por antonomasia, es salvaje o de costa, y se la captura por medio de grandes batidas, por zonas apañadas, hacia las gambuesas, para soltarlas, posteriormente, una vez marcadas. Los baifos o crías, buscando a sus madres, las localizan y delatan, pasando a ser marcadas también, con cortes en belfos u orejas, según la propiedad de cada cual: Unos marcarán con un bujero, otros chichote o garabato o teberite, que será el sello de registro de la propiedad, que se trasmitirá de padres a hijos.

     ¡Ay la cabra majorera, frustrada sobre el césped artificial, del campo de fútbol de La Pared!

     La cabra majorera, alucinando, sobre el inmenso prado verde, de un campo de golf.

     La cabra majorera, que se comienza a exportar al desierto, por su fortaleza y  frugal consumo alimentario, que transformará,  en una ubérrima producción de leche y un queso exquisito.

La cabra majorera…

 Antonio Olmedo Manzanares.

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