Desde mis molinos: El Toboso.

Hay días, cuando luce el sol espléndido, que el aire diáfano y la luminosidad, resalta, como nunca, sobre el blanco y añil, del barrio del Albaicín, en Campo de Criptana. Y hoy es un día de éstos, cuando subo por la fuente del Moco, otra vez, a los Molinos. Me encuentro uno, desperezándose en la mañana, y a medio vestir, y desde este vértice de la Sierra, si ayer marchaba a Miguel Esteban, dejando por la izquierda el Cristo de Villajos, hoy, soslayando por la derecha, el cerro de la Virgen de Criptana, pongo rumbo a la cercana villa del Toboso.

En su Ruta del Quijote, Azorín, la describe en 1905, como “noble, vieja, desmoronada, y muy gloriosa, villa del Toboso”.El Toboso es un pueblo único, estupendo… Hace una hora que habéis salido de Criptana; ahora, por primera vez, al doblar una loma, distinguís, en la lejanía remotísima, allí en los confines del horizonte, una torre diminuta y una mancha negruzca, apenas visible, en la uniformidad plomiza del paisaje. Esto es el pueblo del Toboso“.

“Sentís que una inmensa sensación de soledad y de abandono os va sobrecogiendo… y durante este minuto que permanecéis inmóviles, absorto contempláis las ruinas de este pueblo vetusto, muerto…”

“¿Cómo el pueblo del Toboso ha podido llegar a este grado de decadencia? ¿Dónde estaba la Casa de Dulcinea? ¿era realmente Dulcinea esta Aldonza Zarco de Morales que habla el cronista?”.

El Doctor Zarco firma las Relaciones en las que los alcaldes ordinarios de la villa, en la sala del ayuntamiento, el primero día del mes de enero de 1576, aseguran:

Llámase el Toboso porque cerca del pueblo se crían muchas tobas y no hay noticia que antes haya tenido otro nombre.

Que es un lugar antiguo de más de trescientos años… y no hay memoria ni aún sospecha que haya sido pueblo de moros…

La línea que de este pueblo va derecha al mediodía va por medio del espacio que hay entre las villa del Campo de Criptana y de Pero Muñoz.

Que es tierra de labranza y crianza, y lo que más en ella se coge es trigo, cebada y vino. El ganado que se cría y hay es menudo, ovejas y sus crías.

Habrá en el dicho pueblo setecientas casas, y novecientos vecinos al presente (unos 4.000 habitantes).

Son todos labradores los vecinos de dicho pueblo, sino es el doctor Zarco de Morales, que goza de las libertades que gozan los hijosdalgo por ser graduado en el Colegio de Bolonia en Italia.

Los lugares de este están en contorno son la villa de Quintanar, que tiene setecientos vecinos, a una legua; Villanueva de Alcardete, que tiene ochocientos vecinos, a dos leguas, la villa la Mota El Cuervo. que está a dos leguas pequeñas, y tiene setecientos vecinos; la villa de Pero Muñoz, que tiene trescientos vecinos y está a dos leguas; la villa de Campo de Criptana tiene mil y doscientos vecinos y más, y está a dos leguas; y la villa de Miguel Esteban, que tiene setenta vecinos y está a una legua. Todos estos pueblos están en contorno de este pueblo, y son todos de la orden de Santiago y de Vuestra Majestad.

Sobre este escenario y tiempo exacto, se mueven los personajes de don Quijote de La Mancha. En el diálogo con su escudero, don Quijote afirma: “Contra cuerdos y contra locos, está obligado cualquier caballero andante a volver por la honra de las mujeres…” – ¡Ta, ta! -dijo Sancho- ¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo?. -Esa es -dijo don Quijote– y es la que merece ser señora de todo el universo…- Y así, bastante a mi pensar y creer que la buena Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta y píntola en mi imaginación como la deseo”.

La limpieza y el cuidado, gobiernan esta villa de 2.219 habitantes, donde no pueden dejar de visitar: la Iglesia, con la que dieran Hidalgo y Escudero, de San Antón Abad, que se comenzó a construir en 1525, pero sobre otra anterior de 1511; los conventos de clausura de Trinitarias y Clarisas, el Museo Casa Dulcinea, el Museo de Humor Gráfico Dulcinea, el Museo Cervantino y su Biblioteca, en la que, a mi humilde aportación de un libro, Doña Pilar Arinero Alcaldesa Presidenta del Toboso, me lo acoge y agradece, para que forme parte, del gran fondo bibliográfico que usted ha contribuido a engrandecer. Gracias.

Una serena melancolía me invade, cuando salgo del pueblo. Ahora en coche, me alejo sin querer, mientras mi mirada se desliza, sobre una carretera alegre, adornada a ambos lados, con los verdes brotes de las cepas.

Antonio Olmedo Manzanares.

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