… La Solana tiene nombre de campo abierto. Nombre para pronunciarlo de día, con el sol alto y la mirada entornada. Para sembrarlo, en largo abrazo, por todos los surcos desnudos. Nombre para colgarlo en cada espadaña, o para prenderlo en cualquier perdido jirón de nube.
La Solana se asoma a los cuatro vientos, ¿o a los doce?. A través de sus fuentes, pardas de sol y polvo, se vierte un mar salobre, lejano. Por sus calles, empinadas torpemente, se quiere alzar el alma, bella y dura de Castilla.
Siempre nos parece acudir, a una extraña cita, al entrar en esta plaza. La inmensa mole de la Iglesia le quita toda perspectiva que no sea ese eterno cuadrado de cielo. Todas las vidas se han mirado en su azul y, hasta parece que nuestra vieja muerte, amiga, alquiló un sitio, donde esperar, bsjo el pórtico.
Si sigues la Avenida de los Mártires y es día de mercado, podrás conocer este pueblo. Entre las macetas y baratijas, entre las verduras y las telas de color desvaído, se pasean los rostros, varias veces centenarios, pero con una luz nueva que se asoma al devenir.
El hombre de La Solana lleva a sus espaldas, toda una Mancha cricificada, mientras se asoma cada día al valle, con el eterno espejismo, de una Andalucía aún lejana.
El hombre de La Solana todavía fabrica hoces, de dormido relámpago, como si quisiera afirmar bien el pie, antes de dar el salto al futuro.
El hombre de La Solana guarda en cada arruga una vivencia, en cada sueño una esperanza.
Releo esta líneas, escritas hace 50 años, y publicadas en mi libro Servilletas de papel, en este Viernes de Dolores del 3 de Abril, en medio de la pandemia del Coronavirus. Ya, definitivamente, no se fabrican hoces. Con la mecanización, fue muriendo esta actividad, que hizo de La Solana, el mayor productor, con 50.000 docenas de hoces, al año, en los años cincuenta.
El municipio de La Solana, tiene una superficie de 134,18 kilómetros cuadrados y una población de 15.423 habitantes, con una altura sobre el nivel del mar de 745 metros. Se fundó como anejo de la Encomienda de Alhambra, del Campo de Montiel repoblado por la Orden de Santiago y en la actualidad triplica en población, a su antigua capital de Villanueva de los Infantes. En las Relaciones se señala: “La gente que vive en la dicha villa la mayor parte de ella viven con necesidades y de sus trabajos, y hay algunos vecinos ricos, que no son muchos, y todos comúnmente viven de granjerías, de labores de pan, viñas y ganado”.
La dicha villa está en camino real y pasajero de la Andalucía por la salida del Puerto Muladar de sierra morena para pasar a La Mancha y pueblos del Marquesado de Villena.
Entre 1420 y 1433 se construyen la Iglesia Parroquial de Santa Catalina y la Plaza Mayor, esta última Monumento Histórico Provincial. Se conservan varios edificio del siglo XVI, y de 1603 data la Iglesia de San Juan Bautista, con el convento de los Trinitarios Descalzos.
Os aseguro que vale la pena visitar este pueblo, bien comunicado y, en cierto modo, epicentro de una Ruta inolvidable: pueblos cuidados, acogedores, pero en un sentido anclados en la Edad Media: Montiel, Villahermosa... las Lagunas de Ruidera… don Quijote cabalgó por aquí.
Salud y quédense, por ahora, en casa.
Antonio Olmedo Manzanares.